28.4.18

Soñé...

--  (Érase una vez, y dos son tres...)
'Hace ya varias madrugadas, dando los últimos cabezazos, (en realidad muy largamente entrada la mañana-- ) soñé vívidamente que se despejaban las nubes negras de mi depresión y encontraba energía y ánimo para evaluar y organizar los bienes y valores acumulados sin ton ni son entre las diversas habitaciones y los baúles depositados en el sótano: lograba así, consecuentemente, recoger bártulos, guardar pertenencias, empacar maletas y, por fín, abandonar el caserón familiar, bohío moderno que me había dado por denominar 'Refugio Caribeño de los Caballeros Templarios', por su centro de estructura octagonal.
Con suerte y diligencia, completaría las tareas autoimpuestas antes de que los alguaciles del tribunal del pueblo del chicharrón llegaran a ponerme--¡tan gentilmente!-- de patitas en la calle, según maquinado por los abogados de la familia...'
(--en homenaje a Don Pío Baroja, cuyas novelas me han instruído y distraído en las largas noches insomnes de tormentoso invierno tropical, entre sorbos de infusiones de tila con miel y jarabe para la tos...y muy tristemente como despedida de duelo para Elizardo, que ya nunca me leerá...)
...¿continuará...?

20.4.18

Carácter de la Muerte

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'La muerte a veces es tan estúpida.'
                                                              --G. Rodríguez Martinó
no, Graciela, no, la muerte al contrario
no es sino soberanamente astuta para sus caprichos
aunque cobarde con el miedo nuestro de cada día:
espejo brujo que refleja tembloroso
el riesgo expuesto de nuestra más auténtica pasión
al exceder ciegamente cualquier cálculo

la muerte sabe bien de quién alimentarse

por eso los mejores, los generosos que nos brindan
su propio anti-sistema de hacer tripas corazón
--cuan vertiginoso y fragilmente improvisado--
nos son arrebatados prematuramente:
porque de esa valentía cotidiana, sin aspavientos
es de la cuál se ceba y hace banquete la pelona
tapando un poco nuestras inseguridades con las suyas

por eso tiranos y torturadores mueren
con escalofriante frecuencia en su lecho--
¡hay que darles el máximo de oportunidades
en una larga vida para el desgaste de la miseria!
aparte, ¿cómo meterle el diente a esos corazones
de piedra, cuando los hay tan tiernos
como el de nuestro querido Elizardo inigualable?
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